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La responsabilidad del DESTINO


“No es posible liquidar a un enemigo ausente o que no esté lo bastante cerca.”


S. Freud.

Recordar, repetir y reelaborar (1914)




Todos nos hemos enfrentado a lo largo de la vida a diversos desafíos personales, decisiones y encrucijadas que ponen a prueba nuestra capacidad para evaluar y entender lo que afrontamos y sobre todo para animarnos a hacer determinadas elecciones y desechar otras temporal o permanentemente.


Es frecuente que bajo estas circunstancias nos aborde la idea de que el destino nos tenia esto preparado, que por algo debemos vivir tal o cual experiencia o que el tiempo nos dará la respuesta correcta.


El psicoanálisis se ha esforzado en comprender estos fenómenos y darles alcance con explicaciones que van al origen y la genética de nuestros conflictos personales, abriendo la puerta a la claridad y la comprensión profunda, más allá del simple desahogo de la ansiedad que nos cause la existencia y sus retos y de la renuncia a nuestra responsabilidad personal en las decisiones y caminos que elegimos, aunque partan desde un lugar desconocido dentro de nosotros. Es frecuente observar que las personas renuncien a su responsabilidad y la dejen en manos de Dios o el destino cuando ya no alcanza la comprensión que tienen de sí mismos.


Es así como vale pena acercarnos a la noción de la compulsión a la repetición. ¿Qué es? ¿De qué se trata? ¿Qué implica?

En el diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis encontramos que la compulsión a la repetición es el proceso que no puede ser reprimido y que es de origen inconsciente, no nos damos cuenta de él; a través de este proceso, la persona se sitúa activamente en situaciones penosas, repitiendo experiencias antiguas sin recordar el prototipo de ellas, sino al contario, con la impresión muy viva de que se trata de algo plenamente motivado en lo actual.


Es así como, desde el psicoanálisis sabemos que lo reprimido, todo aquello que hemos olvidado de nuestra historia personal originaria, prototípica e inicial, retornará a nuestro presente en forma de: sueños, síntomas o acciones que llevamos a cabo sin saber que son una repetición de aquella historia personal olvidada. Lo que ha permanecido incomprendido retorna, como alma en pena, no descansa hasta encontrar solución y liberación.


De esta manera podríamos entender a un hombre que en la mediana edad repentinamente decide cambiar de carrera y estudiar lo mismo que su padre fallecido hace varios años, sin entender bien por qué se siente urgido a hacer este viraje, abandonando proyectos como su vida matrimonial y su paternidad, tal como lo hiciera su padre.

Una mujer con historia de abandono a temprana edad busca un matrimonio con un hombre que le asegure continuidad pero que le impondrá un abandono emocional y un distanciamiento sexual, perpetuando y repitiendo así la historia personal olvidada.

Un hombre finaliza una buena relación de pareja para involucrarse en otra llena de conflicto y dificultades, repitiendo la caótica relación de pareja de sus padres en la infancia.


Los ejemplos puedes ser ilimitados y por supuesto llenos de complejidades, repeticiones varias llenas de matices, algunos atenuados y otros reforzados produciendo historias que la persona siente como si fueran totalmente nuevas e inéditas, pero que bajo la lupa del análisis personal comienzan a apreciarse como copias calca de todo aquello que se ha olvidado y reprimido pero que al no haber sido entendido se repite en acciones.



Recordando a Freud, nos diría que el olvido no es más que un bloqueo de las experiencias. El psicoanálisis tratará de hacer al paciente recordar, llevarlo a narrar las experiencias olvidadas, para que se de cuenta de ellas y pueda comprender el sentido de sus decisiones actuales no como algo nuevo y original, sino como el ejercicio inconsciente de una repetición.


Pero ¿qué sentido tiene que nuestra mente funcione de esta manera? ¿Para qué repetir algo olvidado que fue doloroso o conflictivo? El sentido de la repetición puede ser abordado desde varios frentes.

1.Por un lado, puede se un intento esforzado de la mente por reparar aquello olvidado e incomprendido, un deseo por hacerlo esta vez diferente a como se llevó a cabo en su pasado. La mujer con historia de abandono buscará esta vez escapar al mismo, pero eligiendo a quién, sin saberlo de manera consciente, encaja perfecto para repetir su historia con ella.

2. Por otro lado, la repetición es muchas veces la satisfacción de un deseo, se repite para revivir, para intentar recordar. Aunque sea en vano. El hombre que elige renunciar a su carrera, matrimonio y paternidad, buscará en sus nuevos estudios comprender quién fue su padre, repitiendo esa historia olvidada sin darse cuenta.

3. La repetición tiene también un sentido destructivo, ya que perpetúa el conflicto, el dolor, el pasado atormentado y actúa una historia que, aunque propia, tuvo a otros protagonistas que ya no se encuentran en el presente y que confunden al Yo actual haciéndole sentir que lo que vive el día de hoy es tan semejante a lo que experimentó en el pasado allá y entonces. Acá podríamos colocar al hombre que renuncia a una buena relación de pareja intercambiándola por una caótica y conflictiva.

4. La repetición puede ser también la realización de un deseo reprimido. Podríamos pensar en una empleada que constantemente se rebela contra sus superiores, comprometiendo su trabajo, tal como lo hacía en la infancia en la rivalidad con sus hermanos frente a sus padres. Pero al haber sido olvidado, repite en el hoy generando una escena en la que vive a sus compañeros de trabajo como hermanitos rivales. El deseo que lleva a cabo es el de la expresión de la rivalidad olvidada, el desacuerdo en los celos que sintió con sus hermanos en el pasado.


En el tratamiento psicoanalítico, no bastará con llevar al paciente a recordar lo olvidado y reprimido, hará falta también que aquello de lo que se da cuenta se recubra del afecto que le corresponde. Este será un paso esencial en el proceso de elaborar para dejar de repetir. Muchas veces escuchamos personas darse cuenta, intelectualmente hablando, de algunos de sus actos inconscientes, pero es un darse cuenta sin afecto, sin culpa, vergüenza, temor, tristeza, odio, amor, vulnerabilidad, etc. Una vez que la emoción se vincula con el nuevo conocimiento que el paciente tiene de sí mismo, se adquiere ese saber como una verdadera convicción propia y será a partir de esa experiencia que la persona generará mayores pautas de prudencia y pensamiento la próxima vez que tenga las facilidades para verse compelido a repetir.


No basta con darse cuenta, el insight verdadero implica soportar los vivos sentimientos de dolor, hacerse cargo de los impulsos agresivos que dirigimos a quienes amamos, lo cuál genera angustia y preocupación por nuestros seres amados. Pero será este el camino adecuado para aceptar la realidad de nuestros impulsos de amor y odio hacia un mismo objeto o persona. Todo ello generará culpa, y es deseable ya que gracias a ella también nacerá un vivo deseo de reparar y con ello un vivo sentido de esperanza, renunciando a dejar como protagonista al destino, la suerte, la vida o Dios, posibilitándose así el poder asumir la responsabilidad personal sobre lo que se lleva a cabo a partir de la comprensión de sí mismo, la historia personal y las emociones que de ella emanan, tanto hostiles como vitales.



Una de las ventajas de dar cuenta de la compulsión a la repetición es que nos permitirá recordar nuestra historia, narrárnosla una y otra vez desde diferentes perspectivas, yendo del pasado al presente, colocados como espectadores, participantes, desde la óptica de otros protagonistas de la historia y viéndonos a nosotros mismos como niños, jóvenes o adultos partícipes en la misma. Esta posibilidad afianza la identidad personal, da un nuevo sentido a quiénes somos y por qué somos. Nos reflejará una nueva mirada sobre nosotros mismos y las condiciones bajo las cuales nos formamos. Esta exploración abrirá a la posibilidad a mirar los traumas o, dicho de otra manera, todos aquellos acontecimientos que nos rebasaron, que sobre excitaron nuestra mente y la dejaron sin posibilidad de tolerar lo que se vivió, al grado de reprimirlo y olvidarlo, pero a riesgo de ser repetido en el futuro.


No se puede combatir al conflicto psíquico y el dolor si no se le tiene cerca, si no se le hace consciente, si no se le ubica en su justo lugar, en el pasado, allá y entonces, para que en el hoy, deje de operar y dominar al 100%.


La compulsión a la repetición no podrá ser del todo derrocada. Siempre estará al acecho aún en las mentes más analizadas. Es labor de la existencia humana tenerla presente, hacer de la historia que nos gobierna a cada uno de nosotros parte de nuestra identidad, conocerla, aceptarla, abrazarla, con sus aristas, sus dolores, sus traumas, pero conocerla. Del desconocimiento se hará valer la compulsión a repetir, ese es su poder, ocultarse en el olvido. Dependerá del recuerdo constante y la elaboración de éste el poder superarla cada vez en cierta media. Esperando que cuando volvamos a repetir, logremos hacer algún pequeño cambio, alguna variación, similar a como sería si realizáramos una pintura de nuestra historia, la repitiéramos pero esperando que eta vez tenga nuevas y diferentes pinceladas, algunos cambios, algunas variaciones y que poco a poco con el trabajo de hacer consciente lo inconsciente, se vaya generando en verdad una nueva historia, más original, mas consciente de quiénes somos, quiénes fuimos y quiénes podríamos llegas a ser si reconocemos como propios nuestros sentimientos más amorosos y también los más hostiles.



A Javier... sembramos ilusiones, cosechamos realidades con las que me mostraste las nuevas pautas del corazón. TZ.

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