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Estados violentos

“Aún cuando el hambre, la sed y el apetito sexual del hombre estén satisfechos, “él” no está satisfecho. Sus problemas más apremiantes… no quedan resueltos con eso… El hombre lucha por el poder, el amor o la destrucción, arriesga su vida por la religión o por ideales políticos o humanitarios, y estos esfuerzos son los que constituyen.. la peculiaridad de la vida humana.”

Erich Fromm



Viniendo de un inicio de año en el que en México estábamos tan inmersos en la violencia diaria y las marchas en favor del cuidado de nuestras mujeres mexicanas, de pronto hemos migrado al cuidado de la humanidad entera, de pronto estamos resguardándonos de virus que acechan en cualquier manija, frente a cualquier conversación cara a cara, en toda interacción humana. Y ahí, también se observan estado y estratos de violencia. A partir de esto he tenido la posibilidad de meditar sobre la importancia de la regulación de nuestras emociones en la vida colectiva. Desde que el hombre es hombre, ha tenido que asegurar su supervivencia y la de sus semejantes, la agresión ha sido clave para ello, desde los cazadores antiguos que matan presas para sobrevivir, hasta los guerreros que agredían a sus congéneres para asegurar las riquezas de los territorios ganados. Con el desarrollo y evolución del cerebro, las estructuras prefrontales generaron la posibilidad de inhibir conductas, de tener conciencia de las emociones, inferir lo que otro siente, y la posibilidad de mediar la experiencia emocional negociando y regulando los conflictos internos que emanan de las ambivalencias.

Como se puede ver, “Lo agresivo” no es necesariamente lo indeseable cuando se ha tratado de preservar la vida, asegurar la transmisión de los genes y perpetuar la especie. Partiendo de una perspectiva fisiológica y pensando en la evolución natural que nuestro cerebro ha tenido, es asombroso que poseamos una máquina de pensamiento, hecha de neuronas que funcionan química y eléctricamente y que condicionan toda nuestra conducta. Pero ¿de qué depende que esa maquinaria funcione en ciertas direcciones? En este punto es en donde Freud dio un paso agigantado pasando de explorar el cerebro a descubrir la mente, ese espacio dentro de nosotros intangible pero verificable.

Desde el nacimiento, las estructuras cerebrales van moldeándose en base a la estimulación recibida por el entorno y al tipo de vínculo que se mantiene con las principales figuras de amor y cuidado. Pero un buen ambiente no bastará cuando exista una predominancia de impulsos destructivos. En el transcurso del desarrollo, será necesario que el sujeto, encuentre los elementos óptimos para procesar y neutralizar los impulsos agresivos y lo hará utilizando la corteza prefrontal pero para ello es necesaria la adquisición del pensamiento verbal, cuyas bases se verán en la interacción temprana con mamá quien le enseñará al niño a pensar en las necesidades y emociones de los otros, a preocuparse por otro ser humano y le enseñará también a cuidarlo, todo esto, utilizando palabras.

No es de extrañar que en épocas del Coronavirus, veamos miles de ejemplos de nula empatía, ya que esta debió haberse sembrado en la mente del individuo a partir del vínculo temprano. Por ello resulta violento no cuidar la propia salud y a la vez no cuidar la del semejante. En ese acto de descuido y despreocupación se ejerce un acto violento.


No basta con tener una estructura cerebral frontal capaz de detener el impulso agresivo. Se requiere además generar en la mente, un aparato de pensamiento, una máquina capaz de nombrar lo que se siente, crear imágenes, fantasear, hacer sueños, una máquina que tenga una vida propia plagada de significados y elementos disponibles para ser pensados.

Como mencionan Cecilia Muñoz y Nubia Torres, investigadoras de la Universidad Javeriana en Colombia, el estrechamiento psíquico se observa como el resultado de experiencias continuas de violencia y maltrato, reduciendo la profundidad psíquica que lleva a acciones-reacciones motrices sin pensamiento, todo lo cual conduce a una vida deshumanizada, a una carencia de sentido común, a deficiencias en le juicio de realidad y a una falta de respeto por la verdad.

¿Pero por qué esto es tan importante? Según nos expone Bion, la formación de símbolos depende de la posibilidad de juntar dos objetos, manteniendo inalterado todo lo que tienen de semejante y a la vez todo lo que tienen de diferentes. Me parece que lo esperanzador radica en la posibilidad de que nuestros instintos de vida y amor neutralicen a los destructivos generando uniones entre cosas y objetos que son diferentes pero similares, ya sea que se trate de relaciones afectivas entre sujetos con similitudes y diferencias, o actos creadores como los que observamos en la literatura o la pintura el psicoanálisis y en toda actividad creativa.


La capacidad para formar símbolos y poder pensar en lo que nos lleva a ser violentos, dependerá también de poder aprender de la experiencia, aprender a reconocer las ansiedades, miedos y tristezas que vivimos para llevarlas al inconsciente y de regreso a la conciencia. Esto es lo que hace un verdadero aparato de pensamiento.

Sujetos sin estas capacidades, no logran metabolizar sus frustraciones, mismas que confunden a la mente y llevan a expulsarlas en actos violentos de toda índole.

La neutralización de nuestra violencia, va a depender de:

1. Aceptar nuestra hostilidad y capacidad destructiva inherente.

2. Trabajar en llevar a cabo una síntesis, una articulación que permita juntar elementos buenos y malos, amados y odiados.

Frecuentemente me topo con personas que me preguntan sobre mi labor psicoanalítica profesional. A la mayoría les es complicado comprender pero sobre todo creer en las premisas básicas que dese del psicoanálisis nos llevan a explicar y predecir las posibles manifestaciones de la mente humana y conductas como la violencia.

Fue un enorme acierto el que tuvo Freud, en el Siglo del puritanismo, al discernir, observar y estudiar aspectos tan centrales como las pulsiones de vida o muerte y la profundidad del complejo de Edipo que signan la vida mental. Freud, estudió y analizó mitos plagados de violencia y muerte, a través de los cuales expuso los ocultamientos de la naturaleza humana. Para comprender la conducta violenta, es necesario adentrarnos en la relevancia de asumir que todos poseemos aspectos destructivos, de odio y separación. Y estos aspectos, se traducen en conductas y actos que pueden resultar sumamente atemorizantes incluso para ser pensados. La pulsión de muerte puede ser tan grande y punitiva, que logre cubrir con odio y sadismo el impulso a amar. Pero no habrá mayor peligro que el de negar las fuerza inherentes a nuestra naturaleza humana, como lo son las pulsiones de vida y muerte ya que cuando se niega un aspecto de la realidad y de la propia naturaleza, nos encontramos desprovistos de la posibilidad de asumir y pensar en lo que nos ocurre cuando nos embarga el deseo de destruir, cuando nos dominan los celos, cuando nos arrasa la envidia, cuando descargamos nuestro afecto en golpes, sadismos físico o mental, o cuando seres humanos desbordados violan, rapta, matan y torturan.

Ya ha sido bien estudiado por numerosos investigadores el tema de la violencia. Muchos convergen y llaman la atención sobre la perturbación en el pensamiento psíquico y social que se da cuando se vive en organizaciones humanas descompuestas, bajo sistemas de valores deteriorados. Y en los que no se ha podido generar una madre buena que dé continente y espacio de pensamiento a los sujetos dentro de su matriz. Las sociedades descompuestas y deshumanizadas, no generan espacio para la tolerancia a la frustración y menos en aquellos pueblos en los que las frustraciones se refieren a las necesidades más básicas, como poder alimentarse o tener un techo seguro. En México, lidiamos con estos males de la realidad y ahora nos toca ver cómo posibilitar nuevos aparatos para pensar: la incertidumbre, lo desconocido y el vacío.

Para Bion, una mente que no tolera la frustración será una mente inmadura y confundida, que no sabrá distinguir lo que es el orden, el desamparo, el poder, la omnipotencia y la impotencia. De mentes confundidas entre orden y caos, se han abarrotado prisiones, hospitales y comunidades enteras.

Si se tolera la frustración, se forma un aparato para pensar que a su vez generá pensamiento, en vez de tener descargas violentas contra algo o alguien y así, sucesivamente y de forma cíclica, los pensamientos retroalimentarán a la mente y le permitirán tolerar aún más la frustración. Este ciclo es el que sentará las bases para aprender de la experiencia.


Si no se tolera la frustración, se buscará eludirla y lo que debería ser un pensamiento se transforma en un objeto malo que busca solo evacuar. La consecuencia será sentirse omnisciente en vez de aprender, substituyendo la discriminación entre lo verdadero y lo falso.

Perplejos ante los acontecimientos violentos que nos rodean, pareciera que no existe espacio para las dudas y las verdades a medias. Todos queremos certezas, respuestas totales. Urgidos por acciones resolutivas de las autoridades en nuestro núcleo social, pareciera que no encontramos mecanismos para hacer nuevas preguntas, integrar los elementos ya conocidos y generar nuevas alternativas.

Uno de los mejores indicadores de nuestro grado de desarrollo, es la capacidad de nuestra mente para transformar la reacción violenta en acto y palabra pensada. El cambio, como lo dice Bion, constituye un fenómeno evolutivo de crecimiento mental, que suele implantarse en una situación emocional de crisis en un individuo o grupo social. Una transformación es un cambio de forma, como lo observamos en un sueño donde ideas latentes son transformadas en imágenes visuales o como las palabras de un paciente asociando libremente y transformando su experiencia en símbolo.

Ojalá, que a partir de lo que juntos pensemos hoy

, genermos nuevos sueños, aprendamos más palabras, inventemos pensamientos, fantasías, nos adentremos en nuestro propio mundo violento e integremos un poquito de aquí y allá para ampliar nuestra comprensión.

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